Habían unos lobos por las montañas, eran las montañas más altas, y estaban nevadas.
Eran una familia, tenían un refugio que era una cueva.
Yo solo vi a una loba, pero hasta que ya llevaba tiempo observándolos y decidí ir a explorar la cueva.
Vi que la loba se fue, entonces me dirigí hacia la cueva.
Entre a la cueva, había como un pasillo donde tuve que pasar agachada, y al llegar al final vi las crías de lobos.
Me entró como un ardor por la barriga porque supe que me había metido en un lío. Enseguida regresaría la madre y yo estaría ahí...
Vi una sombra entrando por la entrada de la cueva, y era la madre.
Se dirigió directamente hacia mi, pensé que me iba a atacar, pero fue justo lo contrario, era como un perrito manso, me dejo acariciarlo y le siguió dando de comer a las crías.
Nunca entendí porque no me ataco, aunque afortunadamente el padre aún no llegó.
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