miércoles, 25 de septiembre de 2013

El carnicero del bosque

Desperté y no sabía dónde estaba. Entré en una sala que estaba llena de máquinas de tortura. Aquella sala apestaba a humo de tabaco, alcohol y sobre todo a sangre podrida. Retrocedí sobre mis pasos hasta que me tropecé con una silla y caí al suelo. Entonces escuché a alguien toser al otro lado de la habitación. Ese hombre tenía una gran cicatriz que le atravesaba el rostro, empezando en el cartílago de la oreja y acabando en su tétrica sonrisa. Tenía unas ojeras tan grandes y tan oscuras que parecían pintadas y llevaba la barba como si no se hubiese afeitado, por lo menos, en dos meses. 

-¿Qué haces despierto chaval? -dijo él con una voz quebrada y grave.
-Eh... Había ido al lavabo... -le respondí yo con una mentira.
-No importa. Vuelve a la cama ahora mismo, si no quieres que coja el bate de béisbol. 

Volví a la habitación y esperé a que se durmiera aquel hombre. Lo supe porque se oían sus ronquidos. Salí a hurtadillas y me percaté de que era una cabaña en medio del bosque. Fui a un pequeño porche que había en la misma casa. En ese porche había herramientas de trabajo como martillos, clavos, sierras, alicates y demás cosas. También había un montón de ganchos, una brújula y un mapa. Vi que el pueblo más cercano estaba a diez kilómetros al oeste. Cogí una vieja furgoneta. Seguro que pertenecía a aquel hombre. Le hice un puente al coche y lo arranqué lo más rápido que pude. El hombre apareció corriendo detrás del vehículo, con una escopeta en la mano. Pisé el acelerador y alcancé una carretera que estaba asfaltada. De pronto, escuché una voz femenina pidiendo auxilio. Frené en seco en la primera gasolinera que encontré y la desaté. La gente se escondió al ver la furgoneta. Entonces me vieron bajarme del vehículo y la gente salió corriendo a saludarme y a preguntarme qué era lo que había pasado.

 -El dueño de esta furgoneta es un carnicero, que solo vende órganos en el mercado negro y vende trozos de carne como si fuera ternera. Y es por eso por lo que la gente se ha escondido en cuanto ha visto esta furgoneta -dijo la chica que acababa de desatar mirando al horizonte. -Por cierto me llamo Alicia. 



 

No hay comentarios: