Aquel fin de semana cogí un avión y fui a visitar a mi tía abuela. Llegué a su casa y, cuando fui a la habitación vi algo extrano, era como un amimal exótico diferente a los demás animales. Tenía tres cabezas y un cuerpo azulado con una cola muy larga, no quise llamar a mi abuela para que no se asustara, ya que vive en una zona muy boscosa y selvática. Entonces preferí decírselo al guarda forestal que es vecino de mi abuelita. Al cabo de media hora, vino, llamó a la puerta y le fui a abrir. Mientras tanto mi abuela se iba a comprar el pan para la comida, estuvo una hora luchando con ese bicho del demonio hasta que lo redujo y se lo acabó llevando en su furgoneta naranja. Después pude ver una muñeca de mi prima pequeña Alfreda. La muñeca tenía un nombre muy distinto a la de las niñas de su clase o incluso curso porque mi prima Alfreda se juntaba con sus amigas del curso y de su clase por las tardes para jugar a papás y mamás. Me recordó a mi prima, ya que de esa muñeca hace 17 años que la usó por última vez en aquella plaza del pueblo tan bonita, yo estuve con ella jugando y ya no la usamos más y la quisimos guardar para el recuerdo.
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