Como siempre, cuando tenia un problema, acudía a mi querido mago para que me ayudara. Él, constantemente me repetía que tenia que sacarme las castañas del fuego yo sola, pero una vez que ya le había pedido ayuda, no podía dejarme sola con mi problema. Y así era siempre. Nadie conoce su existencia. Vive en un bosque muy perdido, donde alrededor no hay casas ni comercios. Entre árboles justo al lado de su habitáculo había un pozo. Pero en ese pozo no hay agua, ni hojas caídas de los árboles en otoño ni duendecillos que se esconden. Simplemente no hay nada. No hay nada porque ese pozo es mi salvación a todos mis problemas. Mi querido mago, crea sus pociones en el interior de esas piedras viejas y de ahí bebo yo. De repente, una vez me he tomado la poción, veo una luz que me deslumbra y no me deja ver bien lo que me rodea. Pero seguidamente es como si un día nuevo empezara. Nada de lo que me ocurría unos minutos antes se me volvía a pasar por la cabeza. La verdad que no es bueno que mi querido mago me saque de todos mis apuros, pero me hacía un gran favor.
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