Hace mucho tiempo, en una isla perdida en medio del mar, había un tesoro escondido que nunca nadie había podido encontrar porque para llegar a la isla había que sortear peligros que jamás en la vida nadie había visto. Primero, había que poder salir de un gran remolino con una gran corriente, después había que esquivar las rocas puntiagudas, a continuación, había que poder salir de la niebla y, por último, escapar de un montruo que custodiaba la isla. Se dice que solo un barco pudo pasar todas las trampas menos la del montruo . Al parecer, hundió el barco y, como siempre ha pasado, un capitán se hunde con su barco. Pero cuenta la leyenda que el capitán y su tripulación siguen el barco fantasmal buscando aquel tesoro y que cada noche el barco surge de las profundidades para poder seguir su camino.
El capitán sabía que, cuando hubiera un eclipse lunar, podría ser mortal de nuevo pero solo hasta que durase el eclipse. Así que, cuando empezó el eclipse, el capitán aprovechó y siguió su rumbo, pudo esquivar la trampas y, cuando llegó al monstruo, se enfrentó a él cara a cara otra vez pero la diferencia es que ganó el capitán. Cuando llegó a la sala del tesoro, intentó coger unas cuantas monedas pero no pudo porque el eclipse ya se acababa. Él quería llevárselo fuera como fuera, así que arrastró el cofre y, al hacerlo, se activó un mecanismo que hizo que se hundiera toda la isla para así proteger su tesoro y los secretos que encerraba. El capitán, aunque volvió a ser un fantasma, estaba tranquilo porque ya pudo conseguir lo que quería y poder continuar su camino.
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