Una fría mañana de invierno, Claire salió del rascacielos más alto de Nueva York con ganas de descubrir qué había pasado. Algo destellante había salido disparado provocando un sonido estridente en el mar. Una explosión extensa pero no dañina hizo que una onda expansiva color naranja atravesara todo Nueva York haciendo que el tiempo se parara. ¿Qué podría haber sido aquello? Claire iba a descubrirlo dentro de poco. ¿Por qué ella era la única que no se había quedado quieta?
Claire salió disparada hacia su Kawasaki color verde fosforito.
En pocos segundos, ya estaba atravesando las carreteras llenas de obstáculos inmóviles que se encontraba por el camino hasta llegar a aquel punto de agua. Otra vez el estridente sonido hizo presencia en aquel lugar del cual había cambiado un poco. Las aguas cristalinas se habían quedado oscuras como una noche sin estrellas. Nunca había presenciado esto. Claire se quedó escondida en un lugar seguro, se quitó el vestido que tenía enseñando debajo de este un traje negro elástico con pequeños detalles rojos. Una espécie de baina negra colgaba de un cinturón ceñido situado un poco más abajo de la parte inferior de su ombligo descubierto el cual rodeaba una pequeña señal en color azul. Una marca que, a medida que se iba acercando a aquel caos estridente, iba resplandeciendo más. Arrancando la manga izquierda de su traje dejándose ver todo su brazo marcado con las mismas señales que su ombligo y a la misma intensidad de luz que éste. En aquel momento lo más grave que se pudo escuchar fue su voz la cual solamente pudo soltar un leve suspiro.
Esos malditos andorides siempre sembrando el caos y consumiendo todo aquello que encuentran a su paso. No importa si es un planeta o una simple estrella. Lo único que saben hacer es destruir lo que les apetezca.
Claire volvió a montarse en la Kawasaki, cogió carrerilla y se impulsó lo más rápido que pudo hasta encontrar una rampa. Salió disparada por los aires pero eso no parecía importarle demasiado. Se puso de pie y se elevó lo máximo que pudo dirigiéndose hasta el origen de aquel inquietante sonido. Alzó los brazos y provocó dos discos de luz los cuales giraban rápidamente, cogiendo algo imaginario para la vista y apretando el gatillo lanzó unas balas las cuales se perderían en la luz si no fuera por el hilo carmesí que desprendían. Otra explosión resonaba haciendo callar el estridente sonido y dejando nacer un estruendo metálico. Unas sombras salieron de la nada. Ella cogió la baina negra de su cinturón y apareció una hoja negra la cual rapidamente se vio manchada de sangre. Las sombras cayeron muy rápido como si se triplicara su peso y la grabedad hiciera su trabajo. Alzó de nuevo los brazos, una esfera de energía nacía encima de su cabeza y a continuación aquel resplandor se apagaba tenuemente.
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